17 de septiembre de 2011

Reflexiones de un mago.


Tadelion Ojosdeán paseaba por los límites del bosque para despejar su mente de tanto trabajo acumulado. Llevaba varias semanas estudiando lo mismo y aun no había encontrado respuesta alguna a sus preguntas. ¿Qué pasa con la energía de An cuando un ser vivo muere? ¿A dónde se dirige, o en qué se convierte? ¿Significa esto que la esencia de nuestra vida nunca se desvanece y por tanto queda algo de nosotros en el universo? ¿Que en nuestra energía interior llevamos generaciones y generaciones de ancestros?

— Demasiadas preguntas y pocas respuesta nos dejaron los anteriores maestros magos como herencia, viejo amigo.— le susurró Ojosdeán a Guarig, su búho.

Ambos se alejaron siguiendo el perfil del bosque mientras el sol bajaba por el horizonte encrespado de las montañas de Lyorth. 


Camino hacia Tyran en la cordillera de Lyrioth durante la estación de Uruth.

10 de septiembre de 2011

Historias de Guerreros IV: Una nueva amenaza.

Muertos. Habían muerto. No podía estar pasando. Aunque sabíamos a lo que veníamos, jamás pensé que moriría alguno de nosotros esta noche. Y ahora… Ekdar…mi hermano, mi compañero y amigo de siempre… e Innas, una de las guerreras más valientes que mi gente ha conocido estaban… muertos. Mis otros compañeros yacían inconscientes sobre las raíces de los árboles atados de pies y manos. Yo era el único que podría ayudar a mis dos hermanos fallecidos a emprender el camino que hay que recorrer después de dejar el mundo de los vivos para poder reunirse con la madre Naturaleza. Sabía cómo se hacía el rito del Descanso del Alma, pues muchas otras veces lo he visto hacer a los más sabios de mi pueblo. Pero no podría hacerlo si no me quitaba las manos del guerrero him de encima.

El rito debe iniciarse mientras el cuerpo esté caliente, señal de que el alma aun está dentro de él. Si se tarda demasiado, el alma es arrastrada poco a poco por las criaturas de Ur y vagará eternamente por los bosques y alrededores. Jamás llegará a fundirse con la madre Naturaleza y se convertirá en una entidad de Ur.

Estaba sumido en mis pensamientos, cuando una flecha oscura como la noche atravesó el claro en el que nos encontrábamos y dio a parar en el árbol en el que se encontraban mis hermanos inconscientes.

—¡Esa flecha no es del pueblo de los faeros!— exclamó el guerrero enano. Tenía razón, esa flecha tenía unas marcas impropias de los nuestros.

—¡Faero! ¿Quién más ronda por estos bosques? — me preguntó el guerrero de negro.

—Aquellos a quienes mi pueblo teme y odia.

—Si no es de ellos, sólo puede ser de los durei— determinó el him que me tenía prisionero—. Pero es raro que nos adviertan antes de mandar a sus esclavos. Nos deben estar vigilando ahora mismo.

El claro quedó en silencio, interrumpido por las hojas de los altos árboles bailar. El enano arrancó la flecha negra del árbol. La punta tenía restos de una sustancia pegajosa.

—Veneno —dijo en un susurro—. Esta flecha no era una advertencia.

En ese instante aparecieron más flechas y se oyeron rápidas pisadas. Noté como el him me liberaba y vi la rápida reacción de los tres guerreros preparados para luchar contra nuestro enemigo más antiguo. Entonces comprendí que nuestras primeras sospechas hacia estos extraños estaban equivocadas. Tenemos el mismo objetivo.

Cogí mi lanza y me dispuse a proteger a mis hermanos inconscientes, pasase lo que pasase.

3 de septiembre de 2011

Historias de Guerrero III: La emboscada

Como unos lobos se abalanzaron sobre nosotros. Oscuras sombras camufladas en la oscuridad del bosque gracias al barro que cubría la mayor parte de sus cuerpos, dejando ver en algunas zonas unos tatuajes llenos de simbolismo. Nos superaban en número y tenían la ventaja de la sorpresa…o eso es lo que ellos pensaban. Nosotros, aunque muy diferentes físicamente, somos grandes guerreros que han luchado en incontables batallas y han salido airosos de ellas. Puede que estuviéramos en desventaja, pero sin duda estábamos mejor preparados que ellos.

Sombra eliminó a dos de ellos sin problemas con las dos primeras flechas, lanzadas casi a la vez. Este escurridizo compañero a veces me pone de los nervios, pero sin duda es una gran ventaja tenerlo en el mismo bando a la hora de la lucha. Por otro lado, Alkar, un him orgulloso y valeroso, actuaba siempre con control y cada golpe que asestaba a un contrincante rara vez no resultaba mortal. Formábamos un gran equipo, y esos salvajes del bosque no podrían con nosotros fácilmente.

Ante mi se abalanzó un hombre fornido y armado con un par de cuchillas de gran tamaño en ambas manos me atacó sin miedo, aunque no pudo hacer nada contra Trerk, mi hacha de dos filos. El primer golpe que le aseste le hizo caer, lo que me facilitó las cosas para cortarle una mano. Demasiado débil como para seguir luchando contra mí, le dejé en el suelo. Esta gente actuaba por amor a su hogar, cosa que los enanos como yo respetamos en gran manera, y por eso no acabé con su vida como si fuera un perro.

Estos salvajes de los bosques viven por y para su hogar el bosque, quien les da de comer y beber. Lo protegen con su vida. Lo que pasa es que los salvajes, los faeros, desconocían nuestras verdaderas intenciones. Nosotros, Alkar, Sombra y yo, Ulkorn, no estamos aquí para explotar su hogar. Pero parecía que los faeros estaban cansados de visitantes extraños en sus castigadas tierras y habían optado por atacar primero y preguntar después.

Después de una corta pero ardiente lucha, nos encontramos ante dos caídos y otros seis heridos graves. Sólo quedaba uno lo suficientemente consciente como para hablar. Alkar lo tenía agarrado por el pelo. Sombra y yo recogimos y atamos a los demás faeros heridos.

-¿Por qué nos atacáis, faero?- preguntó Alkar a su prisionero.

-Vosotros lo sabéis muy bien, vosotros los hijos que olvidaron a su verdadera madre.

-Nosotros no queremos molestar. Nos hemos internado en el bosque con la intención de no interferir en vuestros poblados, ¿con qué motivo nos atacáis?-pregunté.

-Gente como vosotros sólo ha traído desgracias a nuestra gente y a nuestro hogar. Decís que no sois como los demás, pero habéis matado a dos de mis hermanos. ¿Con qué pruebas demostráis lo contrario? Todos sois iguales, sólo os importa vuestro beneficio y olvidáis lo que os rodea. Nos tratáis como esclavos de los que podéis aprovecharos cuando os viene en gana… No busquéis amistad, cuando ésta hace tiempo desapareció y donde ahora sólo hay odio.

Los cuerpos de los dos faeros abatidos se encontraban en el otro lado del claro. Sombra los miraba en silencio. Le observé bien. Sombra es un ser que casi nunca muestra sus sentimientos ante extraños, pero en esa ocasión noté como la culpa le invadía y la pena crecía en su interior.

El faero seguía hablando, pero ya no oíamos lo que decía. Sombra alarmado se giró hacia mí. Instintivamente me agaché, como si una fuerza tirase de mí hacia el suelo de barro y raíces. Una flecha pasó justo por donde un segundo antes estaba mi cabeza y terminó por clavarse en el tronco de un árbol.

La flecha no tenía las marcas de los faeros. No estábamos solos en el bosque.